DELITOS Y FALTAS EN LONDRES
Si
antes de ver "Match Point", la última película de Woody Allen, nos leemos
el argumento, e incluso una vez en el cine miramos los títulos de crédito
habituales de su cine, creeremos estar frente a una nueva propuesta
del genio neoyorquino recurriendo a las mismas armas de siempre, sin
embargo, esto sólo es cierto en parte.
Y es que el film sorprenderá a todos, no ya por su guión que para los
más avispados recordará sospechosamente a la subtrama protagonizada
por Martín Landau y Angelica Huston en "Delitos y Faltas" (obra cumbre
de su cine), sino por el estilo, la forma e incluso el ritmo al afrontar
la historia.
Y es que el personaje principal, un tenista venido a menos que se gana
la vida como profesor de tenis para la alta sociedad, se encuentra en
un dilema al estar iniciando una relación con una chica bien situada
socialmente y al mismo tiempo enamorarse de una norteamericana tremendamente
sensual y que encima es la novia de su futuro cuñado y alumno de tenis.
Cuando tome una decisión y la chica perdedora no asuma ese rol, su ambición
le llevará a luchar por lo que quiere sin escrúpulos y hasta sus últimas
consecuencias.
La cinta no es una comedia, Allen consigue afrontar la historia sin
recurrir a sus típicos diálogos de hipocondríacos ni sus situaciones
absurdas, es más, alcanza una perfección narrativa sin que halla ni
un solo momento que suponga una arista en el conjunto. La historia que
podía ser divertida y de enredo, comienza con un tono distendido e indeterminado
que poco a poco se encamina hacia el melodrama oscuro y en el acto final
atraviesa incluso el terreno del thriller policiaco, todo ello conducido
con maestría por el pulso riguroso de Allen sin que nada resulte forzado
ni poco creíble.
Estamos frente a una de las mejores películas de su autor en los últimos
tiempos, elegante, serena y densa, porque contiene una pesimista reflexión
sobre la sociedad actual y la falta de ética que predomina en nuestras
acciones, todo ello bajo una soberbia puesta en escena.
Las interpretaciones de los tres protagonistas son muy buenas y saben
transmitir con delicadeza y credibilidad las emociones de sus personajes.
Jonathan Rhys Meyers es el protagonista absoluto y sorprende con gran
solvencia en un personaje que pasa por diversas etapas sin caer en clichés
baratos, haciendo crecer su personaje en cada escena, una auténtica
revelación; Scarlett Johansson, a menudo irregular, brilla aquí como
rubia fatal y mujer despechada en su mejor interpretación hasta la fecha;
y Emily Mortimer pone el contrapunto ideal a este triángulo, consiguiendo
conmover y enfatizar la recreación de su ingenuo personaje.
Un aspecto a tener en cuenta y que resume bien a las claras el giro
estilístico de su autor, es la ausencia en la banda sonora de sus típicos
temas de jazz y big band, dejando paso a la ópera como hilo musical
y eje dramático donde gira la historia.
Todo funciona en este film con la perfección del engranaje de una bomba
de relojería que mantendrá nuestros sentidos alerta durante todo el
metraje y que el único pero que se le puede poner es la excesiva dependencia
argumental con ese otro film no tan lejano e insuperable de Allen "Delitos
y Faltas".
La película se inicia con una metáfora de la vida llevada a la pista
de un partido de tenis donde la bola golpea y la red puede caer de un
lado u otra según el azar o la suerte, un momento que puede otorgarte
la victoria o infringirte la derrota. No es una metáfora gratuita sino
una idea malévola que Allen utiliza al final de la película para engañar
al espectador con la sabiduría de un genio. Esta vez la bola cayó del
lado que Allen necesitaba para ganar y no fue por suerte sino por su
enorme talento.
U.C. (Daniel Farriol)