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MATCH POINT




Dirección y guión: Woody Allen.
País: Reino Unido.
Año: 2005.
Duración: 123 min.
Género: Drama.

Interpretación: Jonathan Rhys Meyers (Chris Wilton), Matthew Goode (Tom Hewett), Emily Mortimer (Chloe Hewett Wilton), Scarlett Johansson (Nola Rice), Brian Cox (Alec Hewett), Penelope Wilton (Eleanor Hewett), James Nesbitt (Detective Banner), Alexander Armstrong (Sr. Townsend), John Fortune (John), Ewen Bremner (Inspector Dowd).

Producción: Letty Aronson, Gareth Wiley y Lucy Darwin.
Fotografía: Remi Adefarasin.
Montaje: Alisa Lepselter.
Diseño de producción: Jim Clay.
Vestuario: Jill Taylor.
Estreno en España: 4 Noviembre 2005.

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DELITOS Y FALTAS EN LONDRES

Si antes de ver "Match Point", la última película de Woody Allen, nos leemos el argumento, e incluso una vez en el cine miramos los títulos de crédito habituales de su cine, creeremos estar frente a una nueva propuesta del genio neoyorquino recurriendo a las mismas armas de siempre, sin embargo, esto sólo es cierto en parte.
Y es que el film sorprenderá a todos, no ya por su guión que para los más avispados recordará sospechosamente a la subtrama protagonizada por Martín Landau y Angelica Huston en "Delitos y Faltas" (obra cumbre de su cine), sino por el estilo, la forma e incluso el ritmo al afrontar la historia.

Y es que el personaje principal, un tenista venido a menos que se gana la vida como profesor de tenis para la alta sociedad, se encuentra en un dilema al estar iniciando una relación con una chica bien situada socialmente y al mismo tiempo enamorarse de una norteamericana tremendamente sensual y que encima es la novia de su futuro cuñado y alumno de tenis. Cuando tome una decisión y la chica perdedora no asuma ese rol, su ambición le llevará a luchar por lo que quiere sin escrúpulos y hasta sus últimas consecuencias.

La cinta no es una comedia, Allen consigue afrontar la historia sin recurrir a sus típicos diálogos de hipocondríacos ni sus situaciones absurdas, es más, alcanza una perfección narrativa sin que halla ni un solo momento que suponga una arista en el conjunto. La historia que podía ser divertida y de enredo, comienza con un tono distendido e indeterminado que poco a poco se encamina hacia el melodrama oscuro y en el acto final atraviesa incluso el terreno del thriller policiaco, todo ello conducido con maestría por el pulso riguroso de Allen sin que nada resulte forzado ni poco creíble.

Estamos frente a una de las mejores películas de su autor en los últimos tiempos, elegante, serena y densa, porque contiene una pesimista reflexión sobre la sociedad actual y la falta de ética que predomina en nuestras acciones, todo ello bajo una soberbia puesta en escena.

Las interpretaciones de los tres protagonistas son muy buenas y saben transmitir con delicadeza y credibilidad las emociones de sus personajes. Jonathan Rhys Meyers es el protagonista absoluto y sorprende con gran solvencia en un personaje que pasa por diversas etapas sin caer en clichés baratos, haciendo crecer su personaje en cada escena, una auténtica revelación; Scarlett Johansson, a menudo irregular, brilla aquí como rubia fatal y mujer despechada en su mejor interpretación hasta la fecha; y Emily Mortimer pone el contrapunto ideal a este triángulo, consiguiendo conmover y enfatizar la recreación de su ingenuo personaje.

Un aspecto a tener en cuenta y que resume bien a las claras el giro estilístico de su autor, es la ausencia en la banda sonora de sus típicos temas de jazz y big band, dejando paso a la ópera como hilo musical y eje dramático donde gira la historia.
Todo funciona en este film con la perfección del engranaje de una bomba de relojería que mantendrá nuestros sentidos alerta durante todo el metraje y que el único pero que se le puede poner es la excesiva dependencia argumental con ese otro film no tan lejano e insuperable de Allen "Delitos y Faltas".

La película se inicia con una metáfora de la vida llevada a la pista de un partido de tenis donde la bola golpea y la red puede caer de un lado u otra según el azar o la suerte, un momento que puede otorgarte la victoria o infringirte la derrota. No es una metáfora gratuita sino una idea malévola que Allen utiliza al final de la película para engañar al espectador con la sabiduría de un genio. Esta vez la bola cayó del lado que Allen necesitaba para ganar y no fue por suerte sino por su enorme talento.

U.C. (Daniel Farriol)

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